sábado, 6 de junio de 2015

La locura más linda de todas





Hoy llegué de mi tercera misión de Solís. No hice sino reafirmar lo loca que me vuelve este pueblo y lo perdidamente enamorada que estoy de él. Cada día ahí es una fiesta, cada día ahí es una
aventura.
No sé cómo explicar lo feliz que yo soy allá, lo completa que me siento cada vez que voy. Solís es un pueblo increíble que nos recibe siempre con los brazos abiertos y nos hace sentir siempre como si estuviésemos en casa. Agradezco infinitamente a Dios haberme puesto en ese pueblo, haberme dado el privilegio de poder relacionarme con la gente de allá. Y digo privilegio porque misionar ahí es realmente un
privilegio. Solís tiene algo mágico, algo tan grande que no me alcanzan palabras para describir todas las sensaciones y emociones que me genera. Es una felicidad pura tan grande que me llena tanto que siento que podría explotar. Por eso, cada vez que puedo, vuelvo a visitar el lugar durante el año.
No hay manera de que me arrepienta de haber tomado este camino. Hay gente que piensa que esto es una locura, pero la realidad es que esas personas no se equivocan. Misionar es una de la locura más grande de todas y, también, una de las mejores. Es la locura en la que se ve a Jesús todo el tiempo y en la los sentimientos siempre están a flor de piel, es la locura que te pone piel de gallina y genera sonrisas, lágrimas, abrazos y amistades.
Estoy orgullosa de saber que dimos lo mejor de nosotros mismos esta semana. No hay quien se haya quedado de brazos cruzados, no hay quien no le haya sacado una sonrisa a alguien. Pero así como nosotros dejamos una marca allá, ellos dejaron una marca en nosotros. Les aseguro que la felicidad que nos da la gente de Solís es inmensurable. Guardo en mi corazón muchos momentos, muchos rostros y muchos abrazos (que para los que me conocen, saben lo loca que me vuelve dar abrazos, y allá recibo gratis abrazos de oro todo el tiempo).
Puede que sea un poco repetitiva y puede que siempre que vuelvo de misionar describa las cosas de la misma manera. Perdonen, no sé cómo hacerlo mejor…sí sé, en cambio, que planeo seguir tomando este camino, y que misionar me hace sentir plena y me llena de vida.
Agradezco infinitamente a Solís la semana que nos hicieron pasar allá y la felicidad que nos regalaron. Y agradezco también a los misioneros con los que me tocó compartir esta experiencia, sin las cuales esto, definitvamente, no hubiera sido lo mismo.
Gracias.

miércoles, 20 de mayo de 2015

#NiUnaMenos

Prendo la televisión. Pasó de nuevo. Otra mujer que violaron, mataron y tiraron a la basura. Otra mujer que fue prendida fuego. Otra mujer que fue asesinada porel ex novio. Otra mujer que intentaron drogar o secuestrar. Cada vez se hace más común, y cada vez siento más impotencia. Y miedo, mucho miedo. Miedo por mí, miedo por mis amigas, miedo por mis primas, mis tías, mi mamá y miedo por todas las mujeres del país. ¿Y cómo no sentirlo? ¿Cómo no estar aterrada si cada vez pasan más cosas como estas, si cada vez circulan más notas de voz de chicas a las que intentaron secuestrar? Pienso en todo lo que pasa y me dan ganas de llorar, de gritar. Salimos a la calle y tenemos que bancarnos que degenerados nos griten “piropos” y después nos tilden de locas e histéricas si les hacemos ver que su grosería nos ofendió; salimos a la calle y tenemos que andar con ojos en la nuca para evitar que nos intenten drogar con burundanga y nos secuestren; salimos a la calle y nos encontramos con los diarios que muestran a otra mujer cuyo valor fue reducido al de una cosa y, por ende, terminó tirada en la basura. Y estoy harta, harta y triste.
Estoy harta de la misoginia y del machismo, estoy harta del femicidio, estoy harta de que aparezcan chicas violadas y la gente diga “¿pero vos viste cómo iba vestida?”. No entiendo: no entiendo que en lugar de compadecerse de la víctima y buscar justicia, justifiquen un acto tan atroz con una frase tan despectiva y barata, no entiendo que algunos crean que fulana de tal se buscó ser violada por no andar lo suficientemente tapada. Costó muchísimo tiempo que a las mujeres nos dieran en lugar que nos merecemos y, aún así, después de tanta lucha, siguen pasando cosas como estas.
La otra vez leí un artículo que decía “10 cosas que matan la pasión en un hombre” (déjenme aclarar que la nota había sido escrita por una mujer). Más allá de que todas las “recomendaciones” me molestaron y me parecieron reduccionistas, hubo una en especial que me sacó de las casillas, y esa fue una que terminaba con el siguiente consejo: “calladita te ves más bonita”. No debería engancharme con las pelotudeces que encuentro en facebook, pero lamentablemente lo hago, y esa frase me dejó masticando piedras. ¿Callarnos? ¿Callarnos con todo lo que está pasando? No, gracias: si hacerme escuchar significa verme “masculina” entonces, que así sea.
La realidad es que no suelo escribir este tipo de cosas en facebook…pero cuando una situación me supera, necesito desahogarme y, en algún punto, compartir mis pensamientos y sentimientos. Aunque utópico, quizás, espero y rezo por que todo esto se acabe. Y no solo acá en Argentina, sino en todo el mundo. Las mujeres somos la mitad y merecemos que se nos respete y se nos deje de considerar el sexo débil, algo que no somos. Y como feminista (y déjenme aclarar, por las dudas, que el feminismo significa la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y no lo contrario al machismo como a veces se piensa) no pienso dejar de luchar por esto. Así que nuevamente digo ¡basta de femicidios! ‪#‎NiUnaMenos‬

domingo, 27 de julio de 2014

Es el cierre del Glorioso Boquerón

Hoy volví de misionar. Una vorágine de sentimientos, difícil de describir, se revuelve en mi pecho. Haber cerrado Boquerón, un pueblo que me cautivó por completo, fue una de las cosas más difíciles que me pasó. Esta semana de misión se pasó rápido, asquerosamente rápido, me atrevería a decir. Todavía me sigue pareciendo ayer que estábamos llegando y descargando las cosas del camión para acomodarlas en la escuelita, todavía me sigue pareciendo ayer que estábamos viviendo nuestro primer día de misión del año. La realidad es que no sé bien que decir que no les haya dicho ya a mis compañeros misioneros, pero creo que me sirve poner lo que pienso y siento por escrito. Boquerón fue mi primera experiencia como misión, y por eso va a tener de por vida un lugar sumamente importante en mi corazón. Más allá de que siempre fui muy religiosa, ahí tuve mi primer encuentro cara a cara con Jesús, ahí fue donde descubrí la grandeza de lo simple, el poder de cada abrazo y de cada beso, la amistad de cada mate compartido. Nunca me voy a olvidar la primera vez que pisé Boquerón. Mi primer pensamiento fue el de: ¿qué hago acá? Ese pensamiento se esfumó y rápidamente se transformó en un “La puta madre, qué lindo lugar”. Me es sumamente difícil describir lo importante que es este lote para mí. Creo que a veces a uno se la hace más fácil poner algo por escrito cuando piensa en frío, pero en este caso pensar en frío es imposible. 
En la lectura de Emaús, uno de los discípulos le dice al otro: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras?”, y eso es lo que se siente misionado, se lo siente al corazón ardiendo constantemente, todo el tiempo. Creo que una de las cosas que peor me pone es la incertidumbre de no saber si voy a volver a pisar Boquerón, la incertidumbre de no saber si voy a volver a ver a mis chaqueños queridos. Me duele mucho pensar que quizás ayer fue mi último día con ellos, pensar que no voy a volver a ver sus caras. No me voy a cansar nunca de repetir lo loco que me parece amar tanto a gente que solo veo una semana al año. Pero es así, a la gente de allá la amo con locura. Me llevo de Boquerón un montón de rostros que hoy en día ocupan un lugar muy importante en mí, me llevo de Boquerón abrazos que nadie más me va a poder dar. El amor desmesurado, puro, inmenso que recibimos de la gente de allá es invaluable, es algo que no vale ni siquiera todo el oro del mundo. ¿Suena exagerado? Puede ser, pero confió en que los que vivieron la experiencia de misionar van a entender de lo que hablo. Y si sigo con las ideas medio desordenadas es porque Boquerón genera tantos sentimientos en mí que me es casi imposible describirlos a todos. 
No voy a frenar a escribir sobre cada una de las personas que conocí allá porque el texto se haría inmenso, pero sí voy a frenar a decir que esa gente va a estar siempre en mí, que esa gente me enamoró por completo, que esa gente me hizo feliz. Una frase dice “Lo bailado no te lo quita nadie”, bueno, a mí esos cuatro años en Boquerón no me los quita nadie, absolutamente nadie, lo bailado allá me va a acompañar siempre. Me importa poco que haya gente que no crea en mis palabras. 
Como ya dije en un texto que escribí cuando volví de otra misión, los que no creen en todo lo que decimos, probablemente no creen porque no tuvieron la suerte de vivir la experiencia. Estoy muy orgullosa tanto de los boqueronenses como de los misioneros con los que compartí esta experiencia. Boquerón formó su propio grupo misionero, un grupo que se llama: “Sembradores de esperanza”. Confío en que van a hacer un excelente trabajo, confío en que van a misionar como campeones, en que van a transmitirlo a Jesús a donde vayan, en que van a sembrar esperanza. Y sé que el grupo que se formó es fruto del laburo que se hizo allá siete años, es fruto del sudor, de la sangre, de las lágrimas que se dejaron allá. Como uno de mis compañeros misioneros dijo, Boquerón no se terminó, Boquerón se inmortalizó. Y me voy a retirar agradeciendo, dándole infinitas gracias a la gente de Boquerón y a los misioneros con los que me tocó compartir la experiencia. Boquerón es uno de mis lugares en el mundo y es un pedacito de Cielo que Dios me dio acá en la tierra…así que gracias.
¡Oy, oy, oy, oy! ¡Oy, oy, oy oy, ES EL GLORIOSO BOQUERÓN!

lunes, 5 de mayo de 2014

Misión Echando Raíces en Solís 2014


Otra misión vivida, y acá estoy, vanamente, intentando poner en palabras lo muchísimo que significa misionar para mí. ¿Y por qué digo vanamente? Porque me resulta casi imposible encontrar palabras que puedan reflejar con exactitud todo lo que supone para mi mí vivir experiencias como esta.
Es totalmente loco y demasiado difícil de creer el que uno pueda llegar a querer tanto a una persona en tan pocos días. Pero es así…en la misión, la lógica no existe y el tiempo no hace prejuicios: uno se enamora de la gente que los recibe el primer día. El amor de nosotros hacia ellos, y por sobretodo el amor de ellos hacia nosotros, es un amor totalmente desmesurado que lo único que exige a cambio es un poco de cariño…la gente de allá no pretende que seamos otra persona, ni que seamos perfectos, sino que nos toma por quienes somos en realidad, y creo que no hay cariño más puro que ese.
Otra cosa que me descoloca totalmente, como bien señalaron muchísimas personas con las que he misionado, es la fuerza que uno tiene para seguir dando lo mejor de sí mismo todos los días. Si ese motor interno y ese fuego que nos impulsa a no parar un segundo no vienen de Jesús, entonces no sé nada. Estoy totalmente segura de que es Él quien nos da cuerda y nos empuja a vivir todos los días de misión como si fuera el último.
En la misión, a pesar de tener nuestras diferencias, somos todos igual de importantes…como dice la canción “Somos una marea de gente, todas diferentes, remando al mismo compás”.
Hay muchos que quizás nos tiren abajo, hay muchos que nos van a repetir una y otra vez que misionar no sirve de nada, que lo único que hacemos es divertir a la gente: se equivocan, totalmente, y estoy segura de que piensan así porque no vivieron la experiencia ellos mismos.
Y acá es cuando digo: tenemos que estar orgullosos de lo que hacemos, tenemos que saber que lo hacemos SÍ vale la pena, SÍ supone un cambio para el otro…pero también supone un cambio para nosotros, porque no solo damos sino que también recibimos. Y sí…muchos también dirán lo trillada que suena la frase “recibimos el doble”, pero si tan trillada está es por algo.
Este es un camino que tomé en el 2011 cuando estaba en cuarto año, y es un camino que elijo y espero seguir eligiendo por el resto de mi vida. Sólo misione en dos pueblos, pero esos dos pueblos, Solís y Boquerón, me enamoraron locamente y me dejaron como tonta.
Por todo esto, no cambio misionar por nada en el mundo…misionar me hace sentir plena, me hace sentir completa, y puedo decir con seguridad que no hay nada que me emocione hasta las lágrimas ni me pierda más que esto.  
Hice mi mejor intento para plasmar todo lo que pienso y siento sobre la misión…no sé si lo habré hecho bien, pero espero, al menos, haber transmitido un poquito de mi gran pasión.